miércoles, abril 26, 2006

El viaje de ida.


La primavera ya está llegando a la “Serra da Estrela”, en ella todo es color y vida. Todavía es de noche, una noche demasiado larga para los habitantes de aquella casa del barrio “dos barreiros”. Ayer fue domingo de Pascua, nadie me consulta si quiero partir y parto. Nadie me pregunta si quiero ir a Argentina y ese es mi destino. Así quiero comenzar el relato de mi viaje de ida… en presente.
Mí corta edad no me permite tener detalles precisos, entre los recuerdos confusos hay muchas despedidas con lágrimas. Recuerdo también la silueta de mi abuela despidiéndonos, con un pañuelo oscuro en su cabeza, repetía una y otra vez que nunca más nos vería: y tuvo razón. Y más lágrimas, demasiadas para entenderlas en ese momento.
Salimos de Unhais da Serra aún de noche, cuando llegamos a la estación de Tortosendo ya había amanecido completamente. Nunca había visto un tren y mucho menos había recorrido tantos kilómetros. Viajar en tren fue un sueño: estaciones, puentes, ríos y gente; mucha gente. Hasta ese día mi pequeña aldea había sido todo mi mundo, allí estaba todo lo que necesitaba. A partir de aquel momento, comenzaría a conocer otros “mundos”.
Y el día llegó. Fue un 16 de abril único, irrepetible. Un enorme barco oscuro estaba amarrado en el puerto de Lisboa, en su casco tenía escrito un nombre en letras grandes y de color blanco: CORRIENTES. Guardo en mí memoria el momento de las despedidas y el profundo miedo que me conmovía. Una multitud me rodeaba, todos gritaban y se empujaban unos a otros, parecía que no habría lugar para todos en el barco y los últimos quedarían en tierra. Seguramente habían esperado mucho tiempo ese momento y ahí estaba el camino hacia el paraíso o la tierra prometida, y por nada del mundo lo querían perder.
El barco partió, en sus entrañas viajaban miles de historias. Era también el decorado de todas esas historias de vida, todas distintas pero con puntos en común que las unían. Éramos portugueses, italianos, españoles, polacos; había perseguidos, hambrientos, gente muy culta y también ignorantes. Nos acompañaban nuestras virtudes y miserias, nuestros deseos de riqueza, nuestros resentimientos. Cada día de cielo y mar que pasaba, preparaba a los protagonistas de esas historias; cada hora y el inmenso océano nos anunciaba que la “aventura” ya no tenia retorno.
El 3 de mayo de 1961, luego de navegar durante la noche el inmenso Río de la Plata, las primeras luces del día me mostraron una Buenos Aires increíble. Creo que ese momento significó para mí un segundo nacimiento, llegué en las oleadas de una inmigración pobre y me esperaba una nueva tierra, donde para sobrevivir debería crear nuevas raíces, hundirlas en el suelo argentino y nacer de mí mismo. Tendría que partir de cero: aprender otro idioma, respetar otra bandera y leer otra Historia. Ya era un inmigrante.

Pasaron más de 40 años desde que inicie EL VIAJE. He recorrido todos los caminos que pude, y como todo mortal tuve algunos éxitos y también fracasos. He tenido algunos honores humanos: como haber recibido la Medalla al Merito de las Comunidades Portuguesas y representar a mi comunidad en la Assembleia de la República Portuguesa.
En una etapa del viaje un día regresé a Portugal, y la sensación no fue una, fueron muchas: entremezcladas y superpuestas. Fue sentirme de nuevo en casa, pero a la vez algo ajeno. Desde mí partida infinitos matices cambiaron, muchas cosas habían sucedido sin que yo las viviera, y por más que las hubiera leído en un diario o me las relataron, no es lo mismo. Yo puedo contar las sensaciones de mi juventud de estudiante de los años setenta: las dictaduras militares y los “desaparecidos” de aquella Argentina del terror. Sentir la fuerza del silencio de las Madres de Plaza de Mayo. Lamentablemente, no pude vivir el 25 de Abril. Me faltó sentirlo en la piel y en el alma.
Finalmente después de 30 días, volví a la Argentina y se repitió el dolor del adiós de la primera vez. Ahora sé que se repetirá siempre. El VIAJE DE IDA continua, no sé cuando pueda terminar ó si alguna vez terminará. Sé también, que aun no puedo escribir el final de está historia; mucho menos hablar del viaje de vuelta…